viernes, 31 de enero de 2014

Blanco roto. La ciencia: el fracaso de un éxito (II)

BLANCO ROTO
LA CIENCIA: EL FRACASO DE UN ÉXITO (II)
            “Decíamos ayer” que las ciencias estaban en crisis en los años treinta del siglo pasado debido a su renuncia al proyecto humano en el que habían surgido. Antes de ver qué pasa hoy con la ciencia, no estará de más concretar aquella crisis en una enigmática figura. Ettore Majorana era un físico italiano extraño y de enorme talento. Con una prometedora carrera por delante (Fermi lo consideraba un genio), un día desapareció. La policía creyó que se había suicidado, pero el novelista Leonardo Sciascia articula una hipótesis relacionada con lo que exponíamos en el anterior artículo: Majorana habría renunciado a la ciencia porque había visto lúcidamente que llevaba a la bomba atómica antes de que ningún otro científico se diera cuenta, y habría ingresado en un convento. Añadamos nosotros algo. En la renuncia de Majorana hay un componente ético que parece haberse desprendido ya de la manera de verse las ciencias a sí mismas. Sólo unas ciencias desvinculadas del proyecto que las vio nacer pueden acabar en el Proyecto Manhattan. ¿Qué tiene que ver — se dirá— lo que la ciencia descubre y posibilita con lo que la sociedad y la política hacen? Esa pregunta es precisamente la respuesta: esa pregunta era impensable al comienzo de la Edad Moderna. En los mismos años treinta, Zubiri decía en una sorprendente y provocadora conferencia que el científico actual posee la verdad pero no está poseído por ella, su saber es satisfacción de una curiosidad, pero no verdadera ciencia. Se hallaba el filósofo español en sintonía con Husserl. Y ahora nos queda preguntarnos por las ciencias en el siglo XXI.

JUAN FERNANDO VALENZUELA MAGAÑA
Artículo publicado hoy, 31 de enero de 2014, en Diario Jaén

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